
MI bebé gigante, mi Massimo, mi grandullón, mi peluchón… te has ido tan de repente y dejando un vacío tan grande en mi corazón, que no soy capaz de expresarlo con palabras. Estoy triste pero a la vez satisfecha por la vida tan feliz que te hemos dado. Has sido el más querido, el más consentido, el más cariñoso, bondadoso y bueno que jamás conoceré. MI vida, todo mi ser giraba en torno a ti. Todos mis planes eran por y para ti. Cada semana deseaba que llegase ese ansioso día libre y que hiciese sol para irnos con papá y tu hermanito a dar paseos, jugar con palos y correr, como tanto te gustaba. A cada sitio que iba sólo pensaba en aquello que podía comprarte para hacerte más feliz aún. Tú no eras nuestro perro. Eras una personita más que tenía las mismas condiciones y cuidados bajo nuestro techo. En nuestro hogar solo rebosaba amor para ti y tu hermanito. No sabes lo que duele haberte dado el último adiós. Este último beso y abrazo al que tanto miedo tenía, ha llegado. Espero haber estado a la altura con esta despedida que te hemos organizado. No te mereces menos. Me va a costar demasiado no verte en la puerta recibiéndome, pidiéndome comida, tirar de mí corriendo hacia el coche, no tenerte en nuestras próximas vacaciones. Conociste la nieve y la playa y te encantó. No había día que no durmieses a nuestro lado y nos regalases tu hermosa felicidad. Mi chico, cuánto te extraño… vuela alto mi angelito y espérame con esa gran sonrisa y energía. Prométeme que me vas a esperar y que vas a ser aún más feliz en el cielo. Tu energía sigue en mi, en nosotros. Te amo con toda mi alma y se que me ayudarás a superar tu ausencia. Prométeme que volveremos a vernos, por favor. Te quiero mi niño. Gracias por todo.