
Cuando llegaste a casa no tenía ni idea de lo que supondría tenerte en mi vida y del cariño que acabaría cogiéndote. Tampoco me imaginé las risas que me sacarías, ni lo escandalosa que podrías ser a pesar de tu pequeño tamaño y, aun hoy, que ya ha pasado un mes, aún extrañamos tu presencia y cómo nos saludabas todas las mañanas para pedirnos comida.
Muchas gracias, Pelusa.